Estudiantes, una pasión que no sufrió los cortes MONTEVIDEO.- No les fue fácil a los hinchas de Estudiantes llegar hasta el estadio Centenario, pero nada pudo detenerlos. Ni los cortes de ruta ni la distancia ni el temporal.
Las hinchadas de Peñarol y Estudiantes se dicen "amigas" hace mucho tiempo y eso quedó más que demostrado con una de las canciones que cantaron toda la noche: "Hay que saltar, hay que saltar, el que no salta es del ´Lobo´ y Nacional", dijo la tribuna a una sola voz.Uno de los presentes en la tribuna comentó: "Si cerrás los ojos y escuchas, es como que estuvieras en un partido de Peñarol porque son las mismas canciones".
Es que los miles de seguidores del equipo de Sensini y la "Brujita" Verón realmente se sintieron locales en todo momento. Aunque iban perdiendo por 1-0 y la gente de Danubio -a la que hay que reconocerle el esfuerzo por la cantidad de público que asistió teniendo en cuenta las condiciones climáticas-, no cesaba de alentar a los suyos, los platenses se hicieron sentir y mucho.Por momentos, dejaron sin efecto los silbidos de los danubianos, al grito de "Es-tu-diantes, Es-tu-diantes" y hasta se dieron el lujo de festejar por 18 de Julio como si estuvieran en La Plata.
No quedan dudas que los argentinos viven el fútbol de una manera distinta. Diferente a la de los uruguayos, a la de los europeos y al la del mundo entero. Esa pasión desenfrenada es la que hace que los turistas paguen por estar en la barra brava de los equipos, porque nada ni nadie se asemeja a ver tal espectáculo en vivo y en directo.
Faltaban dos horas para el comienzo del partido ante Danubio y en la Tribuna Colombes no quedaba ni un solo lugar disponible para colgar una bandera. Los cientos de hinchas de Estudiantes de La Plata que habían llegado al Centenario, habían teñido la popular de rojo y blanco, mientras sus tibios gritos comenzaban a hacerse sentir. Los ómnibus llegaban de a poco al estacionamiento situado frente a la América y permanentemente se escuchaba: "ahora llegan más".
Los pincharratas colmaron por la tarde el centro de Montevideo, donde por un par de horas la calle 18 de Julio se trasformó en la 9 de Julio y la Plaza Independencia en el Obelisco. A poco menos de 90 minutos para el comienzo del partido, los planteles se encontraban ya dentro del vestuario y la diferencia entre las parcialidades era abismal, como era de prever.
Los jugadores argentinos, poco simpáticos, evitaron en su mayoría tener contacto con la prensa, tanto en su arribo a Montevideo como en su llegada al Centenario. Mientras cada vez faltaba menos para dar el puntapié inicial, más cantaban los argentinos en la tribuna. El grito de "Estudiaaaaantes, Estudiaaaaantes", retumbaba en el monumento histórico al fútbol mundial.
En medio de la locura argentina, podían apreciarse banderas y camisetas de Peñarol, hinchadas "amigas" que compartieron hasta un asado juntos. "Hay que saltar, hay que saltar... el que no salta es del Lobo y Nacional" coreaban en la previa. "El 7-0 no se olvida nunca más" era la bandera que se ubicaba en lo más alto de la Colombes, haciendo referencia al histórico clásico en el que vencieron a Gimnasia y Esgrima de La Plata. Gorros, banderas, camisetas, paraguas, sombrillas y bombos vistieron la Colombes haciendo olvidar a cualquiera la lluvia.
A la hora 20: 25 Estudiantes salió a la cancha. La popular parecía partirse en 1.000 pedazos. Fuegos artificiales, bombas de estruendo y papelitos volaron al cielo para recibir a 11 de los protagonistas, mientras que el humo blanco y rojo y el olor a pólvora invadieron el Centenario a segundos del comienzo del partido. Los 22 jugadores estaban prontos para el arranque. "Olé, olé, olé, olé... Brujaaa... Brujaaa....", cantaron los leones. Juan Sebastián Verón levantó sus manos al cielo y en medio de la ovación saludó desde la mitad de la cancha a la Colombes, sonriendo por primera vez.
Desde el primer minuto hasta el último alentaron sin parar, dejando de lado el resultado o el rendimiento del equipo. La misma ovación se reiteró, como al principio, al final del partido cuando gracias al exquisito pase de Verón, Enzo Pérez consiguió el tanto de la victoria. Las gargantas parecían romperse. Los gritos del gol con sabor a victoria dejaron a más de uno sin voz. La Colombes desenfrenada le agradecía a sus jugadores la entrega y potenciaba aún más la comunión existente con Verón, quien volvió a sonreír al final.
No es fácil entenderlo y hay que verlo para creerlo. "No es normal", comentaban algunos y otros los catalogaban como "raros", por no parar de alentar cuando su equipo estaba perdiendo y en desventaja numérica.
La pasión, la locura, la entrega y la "enfermedad" por el equipo es la que los lleva, muchas veces, a cometer actos extremos que lejos están de lo lindo del fútbol y del aliento incondicional que muestran desde la tribuna. Son, simplemente distintos.
Patricia Cambón, de la redacción de Observa (diario uruguayo)