Faltaban unos pocos minutos para las 20 de aquel miércoles, en La Plata paralizada y tensa. El grito, nacido en las gargantas de Muñoz, Fioravanti y tantos otros desde Manchester y propalado por cientos de miles de radios portátiles, la sacudió.
También al país. "¡Gooollll de Estudiantes!...¡Gooolll argentino!...". El cabezazo de Verón, perfecto desenlace para el centro preciso de Madero, hacía enmudecer a los 65.000 ingleses que abrumaban de hostilidad a ese equipo corajudo, astuto y decidido. Otros 500, esparcidos en el intimidante Old Trafford y bajo una lluvia que no hacía otra cosa que cargar de emoción al cuadro, peleaban por contener el grito ante la mirada amenazante de sus vecinos de tribuna. ¡Estudiantes!, resonaba en esos corazones, sabedores de que sus colores empezaban a escribir la página más gloriosa.
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* * * En esos días, los diarios hablaban del reclamo del canciller Nicanor Costa Méndez ante la Asamblea General de las Naciones Unidas por la soberanía nacional sobre las islas Malvinas. De que la Apolo VII promediaba la misión que preparó el posterior viaje a la luna, superados los problemas de un molesto catarro de sus tres astronautas. De que el papa Paulo VI deploraba "la desobediencia que se instaló en la Iglesia Católica y en el mundo". De que los primeros ministros de la Unión Soviética y Checoslovaquia firmaban un acuerdo que legitimaba la permanencia en Praga de tropas del Pacto de Varsovia, y de que en México seguían adelante los XVI Juegos Olímpicos.
Ajeno al murmullo de esa época tan singular, en Manchester esperaba un partido de fútbol que algunos tildaban de guerra. En rigor, la segunda batalla de una serie que había arrancado tres semanas antes, en Buenos Aires: Estudiantes 1-Manchester United 0, contienda con menos fútbol que pierna fuerte, fragor, lucha, músculo, definida austeramente con un gol de Marcos Conigliaro.
Postergado en el terreno de selecciones, por entonces el fútbol argentino se asomaba a la mesa internacional con los logros de sus equipos: Independiente y Racing en América, la Academia en el Mundo. El encargado de ratificar esa prosapia incipiente era Estudiantes, pero con una identidad propia y bien distinta de la de su entorno. Llovía en Manchester la noche del miércoles 16 de octubre de 1968. Y hacía frío.
En esa multitud bañada de un fervor intimidante ya habían hecho lo suyo las imágenes que durante los días previos emitió la TV inglesa con los perros policiales, los carros de asalto y los alambres de púa en Buenos Aires.
No hacía falta más para instalar la atmósfera de agresividad, desactivada en buena medida –al menos para el ánimo de los jugadores pincharratas– con una jugada genial de Osvaldo Zubeldía: mandar al equipo a reconocer el terreno una hora antes del partido.
Esa aparición indeseable para el público hizo brotar un insulto que atravesó la historia: "¡Animals!" No importa. El plan es irrenunciable: soportar los primeros 20 minutos, previsiblemente una tempestad de la ofensiva inglesa. Madero o Aguirre Suárez sobre Dennis Law. Pachamé, pegado a Kidd. Bilardo, con Crerand. Togneri, encima de Bobby Charlton.
Algo curioso: cuando el fútbol criollo había buscado establecer supremacía sobre el europeo lo había hecho con la fórmula del toque. Esta vez, los papeles se invertían: la supuesta exquisitez estaba del lado de Manchester; la marca y la concentración, patrimonio de Estudiantes. Pero esa suposición inicial tiene un quiebre rápido, crucial, feliz. Siete minutos; Verón escapa sobre la raya izquierda y Dunne lo traba con foul. Madero se encarga de ejecutar el tiro libre, con el pizarrón en la cabeza.
Lo recuerda la Bruja, hoy: "Fue una jugada preparada, de las que practicábamos siempre y que nos permitió hacer muchos goles. Madero tiraba el centro desde la izquierda, mis compañeros hacían cortina y yo entraba limpito desde atrás. Salió perfecta, y yo crucé de cabeza la pelota al segundo palo del arquero". Gol... ¡Gol! ¡Gol de Estudiantes! Un paraguas pendenciero y furioso castiga la cabeza de José María Muñoz, por la irreverencia del grito. Es 1 a 0, pero... en realidad, 2 a 0. El equipo se hace fuerte sobre la confianza de la ventaja y, tambien, sobre la ansiedad que carcome a los ingleses.
Ese instante fue la señal de llamada para que entraran los héroes en escena. Uno de ellos, Alberto Poletti. Habla el Flaco: "El ambiente se había hecho un poco hostil, es cierto, porque Manchester era un equipo importante, no quería perder. La cancha no tenía alambrado olímpico y nosotros no estábamos acostumbrados a eso. Pero en la gente existía un respeto al policía, así que el orden no se perdió". En lo que faltaba del primer tiempo, Estudiantes manejó las circunstancias con un aplomo envidiable. Pero el segundo fue otra cosa... Ahí ya se había acabado el fútbol. Basta de pensar en un ataque.
A ponerse codo a codo en el fondo y aguantar, rechazar, volver a aguantar y volver a rechazar... Son los 45 minutos más largos del mundo. Old Trafford es una caldera en ebullición. El "¡Animals!" vuelve una y otra vez. Estudiantes no se inmuta: Madero, excepcional, llega a todas. Pachamé las rechaza todas. Aguirre Suárez las cabecea todas. Y Poletti...
Ultimos estertores ingleses. A una escaramuza entre Medina y George Best la suceden manoseos y empujones. El árbitro yugoslavo Zecevic los expulsa a los dos, y marca tiro libre para Manchester.
En la ejecución, vacila la defensa platense y se filtra Morgan, que por fin vence a Poletti. Pero ya queda poco tiempo, muy poco... Y nada. El Flaco corre como un rayo hacia el medio. Bilardo salta, todos saltan.
Estudiantes, campeón del mundo. Por primera vez, un equipo extranjero se consagra en las Islas. "Triunfo del fútbol defensivo, pero también del esfuerzo, de la disciplina y la responsabilidad. Victoria de esa fe que no conoce fronteras cuando está respaldada con auténtica calidad", escribe en su crónica Enrique González Schía, el enviado de LA NACION. Consumada la victoria, la felicidad cubrió a La Plata.
Los festejos desbordaron la calle 7, en una fiesta a la que sólo le faltaba la presencia de los héroes de Manchester. La apoteosis ocurrió tres días después. Primero, el paso de los campeones por la Casa Rosada. Después, la vuelta triunfal a casa. Con el lugar ya asegurado en la historia.
Con mirada inglesa
Tras la conquista de Estudiantes, los diarios británicos reflejaron la noche de Old Trafford con un tono que mezcló la acusación y el reconocimiento.
Aquí, algunos de ellos:
The Sun: "El argentino Verón, apodado «La Bruja» por sus compañeros, hechizó a la defensa de Manchester, que se paralizó cuando señaló el gol de Estudiantes. Los ingleses no hallaron jamás el ritmo y no tuvieron las ideas necesarias para desbordar a la defensa argentina, que es una de las más eficaces del mundo. "Los argentinos se mostraron como un equipo hábil e inteligente, sobre todo en la retaguardia, impermeable como un submarino. United fue el perdedor por más de una razón. Sus jugadores deben ser lo suficientemente audaces para preguntarse esta mañana: ¿son ellos los animales, o nosotros? ¿o quizás ambos?".
Daily Mail (Brian James): "Al terminar otra noche de malevolencia en el deporte, los argentinos tuvieron el descaro de desfilar con el trofeo ante el gentío que aullaba. Son bienvenidos para recibirlo, bienvenidos para la posesión de un galardón logrado en un partido que la gente honrada se apresurará a olvidar. Pero si no admiro la ética del encuentro, no puedo evitar rendir tributo a la habilidad y el profesionalismo de Estudiantes. Fue el mejor equipo de los dos. ¡Qué vergüenza que semejante talento haya sido mancillado de esa manera!".
Daily Sketch (Tony Carter): "Estudiantes mereció toda la indignación que el público le manifestó, pero también debe ser objeto de grandes elogios por la operación defensiva casi infalible que puso en escena".
Un recuerdo Especial: Mangano La epopeya de Estudiantes en 1968 tuvo un artífice que sus protagonistas valoran, hasta hoy, como fundamental: el presidente del club, Mariano Mangano. Lo recuerda Carlos Pachamé: "Todos los hinchas deben recordarlo como una figura cumbre de aquel logro, junto con Osvaldo (Zubeldía) y la comisión directiva.
Mangano era un caballero, que dejaba su empresa y sus actividades personales por dedicarse al club. Un adelantado como presidente, que hizo inversiones que se tomaron como locas y hoy se disfrutan".
1 comentario:
que garron ser del lobo.
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